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El peor verano de mi vida, una historia real del cambio climático (I) (II) y (III).

Publicado el 05/02/2020.


El peor verano de mi vida, una historia real del cambio climático (I). Pamplona 2019.

 

Antes de empezar a contaros las 3 historias de mis veranos de 2018 y 2019 hay que entender que tengo sobre peso, esto es importante porque tal vez otras personas lleven mejor temperaturas de entre 35 y 50 grados, pero yo lo siento de forma especialmente fatigante tal vez por mi complexión física. Por otro lado he de dar gracias por poder irme de vacaciones, próximamente el mundo va a cambiar tanto que el primer mundo va a tener que replantearse muchas cosas. Mucha gente ya pasa sus veranos entre el aire acondicionado y la playa, o la piscina, en Espàña ma so menos ya nos hemos acostumbrado a ello, al menos en algunas zonas, pero en otras voy a contar mi experiencia sobre o que está a punto de cambiar en el norte de España y Europa. Yo creo que el futuro será algo parecido a mi relato PARALELO 60.

 

A finales de junio del año pasado como todos los años me tiré al monte a caminar, esta vez empecé a caminar en Zabaldika, Navarra. El norte de España, por los pirineos, me gusta caminarlo en verano porque a comparación de donde vivo, suele hacer fresco. Cuando digo fresco es entre 9 y 18 grados por los pirineos hasta que llegas a Burgos. El año pasado sin embargo algo raro pasaba.

 

De camino en coche hasta Zabaldika, paramos a echar gasolina por Zaragoza, y nunca había sentido algo igual, al salir del coche sentí como una piscina de aire caliente por la que te mueves lentamente moviendo el aire como si fuese líquido. Veníamos desde Alicante con el aire acondicionado a tope mi amigo Iñaki y yo fue como saltar a la piscina. No olvidaré la frase de la encargada de la gasolinera diciendome que entrara dentro, que fuera no se podía estar.

 

Yo venía de Alicante donde las temperaturas eran de 35 grados, que se supone eso es calor comparado con el norte. Pero bueno estábamos en la estepa zaragozana, toda ella anaranjada en los cultivos colindantes.

 

Al llegar a Zabaldika, las monjas me esperaban, pues había avisado que estaba de camino y me hicieron el favor de dejarme una habitación para mi sólo y no despertar a los peregrinos que dormían desde las 10. Como siempre fueron muy amables y como ya he estado otras veces me trataron muy bien, cena incluida. Esa noche allí no hizo calor, ni frío, lo cual me extrañó.

 

Al día siguiente de madrugada empiezo mi viaje hacia Finisterre de 1000km, y todo bien hasta las 10 de la mañana, fresquito incluso. Pero llegadas las 10 de la mañana el termómetro empezó a subir y subir, y no paraba, 25 grados, 30 grados, 35, grados… 40 grados… hasta llegar al medio día 45 grados. Me pillo caminando ya pasado Pamplona en Zizur Menor, donde a las 2 de la tarde, sin que hubiera un alma en la calle, tuve que rendirme.

 

Elegí para pasar la noche el albergue de Maribel Roncal, eran las 3 de la tarde y esperaba tuvieran algo de aire frío. Por desgracia, no es que no tuvieran aire acondicionado en las habitaciones, donde las temperaturas estaban ya por 46 grados, si no que en su propia casa me comentaron, no tenían aire acondicionado, sólo una buena estufa, pues en Pamplona nunca ha hecho falta aire frío, tenían de sobra fuera.

 

Los pobres peregrinos venidos de todo el mundo, se intentaban refrescar como podían, pero a 45 grados a la sombra, los Coreanos que venían vestidos como Lawrence de Arabia y que odian la radiación solar estaban sufriendo en una habitación con 35 persona.

 

Mi corazón latía con fuerza, y mi cuerpo sudaba sin parar para intentar refrescar, yo salí al jardín buscando alguna sombra, pero era fútil, el calor era insoportable. Al final desesperado, con ropa me metí en una ducha, y durante unos minutos moje todo mi cuerpo.

 

Y así hice varias veces durante toda la tarde, evaporando agua, secandome y duchándome, intentando que la termodinámica mantuviera mi cuerpo fresco.

 

Como un perrillo iba buscando el rincón más fresco que al final resultó ser el sótano de una obra de ampliación del albergue donde estaba las lavadoras, allí pasé unas horas leyendo aprovechando la temperatura del subsuelo.

 

Por otro lado, olvidé decir que en vez de comer en el albergue fui a un restaurante caro donde otras veces no fui solo porque tenían aire y así pase una hora más al fresco.

 

Y luego el clima de Pamplona hizo algo de magia, de repente a las 6 de la tarde un viento pirenaico llegó, bajando de 45 a 20 grados en 20 minutos y de repente tener que ponernos chaquetilla.

 

Asi pase esa semana de albergue en albergue, intentando parar antes de las 10 de la mañana y saliendo cada vez más pronto, a las 7, las 6 las 5 de la mañana para llegar a algún sitio antes de las 10 que empezaba el bochorno de más de 40 y hasta pasado burgos llegue fatigado y roto y tiré la toalla, con solo unos 400 km hechos. Se supone que el calor en verano empieza en Burgos, yo ya había tenido suficiente calor ese verano.

 

Y así fue este segundo encuentro con olas de calor del año pasado, el primero lo contaré en la segunda parte, y el tercero en el que casi muero en la tercera.

 

Despues ya pasé todo el casi todo el verano en casa usando el aire acondicionado mas que nunca, pues normalmente usaba el aire uno dos o tres dia en todo el año, y este año estuvo días y días encendido, creo que esto va a  ser lo normal próximamente.

 

El peor verano de mi vida, una historia real del cambio climático (II). París 2018.

 

Era principios de Junio cuando decidimos ir a pasar unos días a París. Llevamos ropa de abrigo pues era París, Europa, lejos del clima veraniego de mi tierra.

 

Cuando llegamos todo bien, París en Agosto, 19-23 grados, nublado. Llegamos al hotel y la habitación estaba hasta un poco fresquita.

 

Pero el problema empezó al día siguiente, de repente ola de calor en Europa, las temperaturas empezaron a subir, el cielo estaba despejado y París empezó a enfrentarse a algo nuevo, calor. 

 

El termómetro estaba por 35 grados, mucho calor, el mismo que hace en mi tierra, pero con a diferencia de que no hay varios millones de turistas por la calle y tu eres uno de ellos.

 

Sólo recuerdo esas calles abarrotadas de gente, sudando, buscando algún sitio donde refrescarse, pero oh sorpresa, en París nadie tiene aire acondicionado, ningun bar, ninguna cafetería, porque… en París no hace calor.

 

 

Recuerdo ir buscando algún sitio donde enfriarme, y al final nuestro aliado eran los Mac Donalds, allí sí, a diferencia de cualquier bar, cafetería o establecimiento si que tenían aire, con lo que íbamos saltando de mac donald a mac donald.

 

Recuerdo terriblemente la cola de 5 horas al sol para entrar a las catacumbas viendo desfallecer a muchos, y los “microempresarios” que vieron negocio en eso vendiendo agua fría y paraguas para sobrevivir a esa cola. Eso sí en las catacumbas hacía fresquito.

 

Recuerdo también buscando un sitio donde comer una crepe que tuvieran aire acondicionado, algo que resultó ser imposible. O ese restaurante de ramen donde la cocina está junto a las mesas y la temperatura debía de ser de 45 grados, eso sí, el mejor ramen de París. (naritake Ramen).

 

Luego en el hotel, esos días por las noches a 35 grados en París eran complicadas. Teníamos “aire acondicionado”, que obviamente no había sido dimensionado para cuando hiciera calor, y sería más o menos del tamaño de un aire acondicionado casero para todo el hotel. No nos podemos quejar, realmente hubo turistas que nos contaron (cuando nos manifestamos para q nos dieran una solución a la cancelación del vuelo de vuuelta, luego os comento) que tuvieron que dormir en pensiones y sitios así si ningún tipo de climatización, y todos decían lo mismo, nunca había pasado algo así en París, lo habían pasado mal.

 

Un sitio donde sorprendentemente se llevó bien la ola de calor fue en el cementerio de Père-Lachaise, allí tal vez por estar en alto o ser una loma, llegaba viento y probablemente fue la mejor actividad que hicimos en ese viaje, visitando las tumbas de George Melies, Jim Morrison o Oscar Wilde.

 

Y mi peor experiencia sin duda fue visitar el museo de Louvre. Cientos de miles de personas pululando y haciendo colas al sol para entrar en un recinto donde al igual que el hotel el aire acondicionado del hotel, estaba infradimensionado. Sólo recuerdo, gente, gente, calor calor, sudor, más calor, guardas diciéndome que no me sentara en el suelo para refrescarme, colas, y colas, hice un vídeo donde describo esto como lo más parecido al infierno de dante, esa fué mi impresión y me da que será la impresión de cualquier turista en los próximos años de calentamiento global.

Mona Lisa Louvre, parecía una infección zombi  36 grados.

 

Lugo cancelaron el avión de vuelta, nos tocó quedarnos dos días más en París y la ola de calor se fué con lo que pudimos disfrutar de un par de días de París y de sus ratas... había ciento de miles de ellas por las calles y parques, probablemente las buenas temperaturas son especialmente buenas para ellas, algo que como en España ya estamos acostumbrados mantenemos a raya.

 

El peor verano de mi vida, una historia real del cambio climático (III). Bilbao 2019.

 

Y mi tercera historia de veranos imposibles por culpa del cambio climático lo tuve también en 2019, porque me pillaron las dos olas de 2019, la de finales de junio por Pamplona y la de finales de Julio por Bilbao.

 

Y es que siempre que vamos a bilbao por esas fechas esperamos frío, porque siempre hay como 10-15 grados de diferencia respecto a Alicante. Normalmente cuando pasamos la meseta y empezamos a cruzar esas montañas que separan el País Vasco del verano peninsular siempre lo mismo, de repente de 35 grados pasamos a 18, nos reímos un poco nos abrigamos y a pasar unos días por esa tierras, pero este año no…. este año, el termómetro bajó de 42 a 38… y ahí se quedó durante 3 días.

 

3 días de ver Bilbao como si fuese un horno. Íbamos a un evento al BEC, donde unas 6000 personas se daba cita. El BEC si que tiene aire acondicionado, pero el que contrata el edificio se hace cargo del gasto eléctrico, y el primer día para ahorrar no pusieron el aire. 5000 personas, 40 grados, y yo me moría. Notaba el pulso acelerado como un mes antes en Pamplona, fuimos a cenar un wok cercano y oh sorpresa, no tienen aire acondicionado porque…. en Bilbao nunca hace calor!!!

 

Fue una de las peores cenas que recuerdo en mi vida, comer cosas a 40 grados es bastante desagradable y más en un WOK, recuerdo que fue carísimo y pedimos varias veces que pusieran los ventiladores al menos.

 

Y lo peor esa primera  noche, a 38 grados, en la tienda de campaña, prácticamente desnudo intentando dormir, y refrescarme mientras 5000 personas hablaban y roncaban alrededor.

 

Por la mañana, mientras las temperaturas subían aún más recuerdo que mi corazón no podía más, no podía refrescarme y mi temperatura corporal sería de unos 38 grados, fui corriendo al aseo y me rocié todo el cuerpo con agua mientras sufría una taquicardia, los siguientes días los recuerdo mal, saudando, intentando no moverme, bajaba al parking a enfriarme con el aire acondicionado del coche y el de seguridad me prohibió hacerlo. No disfruté nada ese viaje y probablemente si las olas de calor siguen así pasaré los meses de Julio y Agosto debajo de un aire acondicionado hasta que pueda pagarlo.

 

Ya hemos empezado a analizar en casa la situación para ver que vamos a hacer cuando tengamos vacaciones “obligatorias” en verano, pues el turismo y el descanso tal y como lo conocemos en vacaciones se va a acabar, tocará viajar en otras fechas, menos, y analizando el clima de esa zona, por ejemplo yo ya caminaré entre Abril y Mayo, y los viajes entre que los combustibles fósiles se acaban y que durante 2-3 meses muchas partes del planeta serán imposibles de transitar si no es en un espacio con aire acondicionado me da a mi que el turismo y los veranos que recordamos se pueden acabar.

05/02/2020
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