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Aldous Huxley, el colapso y copyright.

Publicado el 16/12/2019.


Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

Este artículo no va de mi, ni de las cosicas que se me pasan por la cabeza, va de alguien que en 1928 escribió un libro.

 

Aldous Huxley, que en principio no necesita presentación por haber conseguido la inmortalidad con su obra Un mundo feliz escribió muchos libros, uno de ellos podría haber sido el mejor de todos dicen los entendidos si no hubiera escrito después Un mundo feliz, haciendo que nadie conozca salvo fans de Huxley este otro libro. Yo no soy un lector empedernido, de hecho la palabra lector es demasiado grande para mi, que apenas leo libros. No es algo que me enorgullece, siempre digo que donde hay que firmar para cambiar todo lo que se por lo que no se porque me considero un completo analfabeto.

 

Dicho esto, en este breve texto quería reproducir, copiar, distribuir, lo que escribió Huxley y espero que la obra ya no tenga copyright, porque me da miedo. El copyright está siendo el enemigo número uno contra la preservación de la historia de la humanidad en los últimos 100 años, condenando a las obras a vivir en el olvido de la copia y lectura hasta que pasen los suficientes años como para que ya nadie se acuerde de ellas, porque esos libros podían ser importantes pero a cambio de que unos pocos puedan seguir haciendo negocio de unas pocas obras el resto, comercialmente no tan interesantes van olvidándose.

 

No me gusta el actual copyright no porque no crea que un autor no deba ser retribuido, pero sí porque los plazos de retribución que alcanzan ya entre 70 y 100 años, hacen que las obras estén completamente atadas a unos propietarios de derechos, que pueden o no ser los propios creadores, y que desde mi punto de vista de preservar, compartir, y evolucionar una sociedad usando el conocimiento como pilar, alejan a los lectores de la cultura y entierran a todo aquel que no sea un bestseller hasta bien pasadas varias generaciones después de las cuales el 99% de las obras son definitivamente olvidadas y destruidas.

 

He estado revisando y algunas novelas de Huxley no estarán bajo dominio público hasta los años 30 del siglo 21, tiene gracia la cosa para algo escrito hace 100 años. Huxley nos dejó en noviembre de 1963. En la mayoría de los casos seguirá bajo copyright hasta el año 2034, con las excepciones de Canadá y Uruguay, donde ya es de dominio público. Si que entran ya en dominio público las obras de Huxley de 1923 y anteriores como “Danza de sátiros” y “Al margen”. Pero habrá que esperar 6 años (2025) para que la obra de la que hablo sea de dominio público, por otro lado la traducción deberá ser hecha de nuevo, pues la actual tiene unos autores, ya sea por particulares o por empresas que quieran recomercializar, eso sí sin pagar royalties.

 

Mas info sobre todo esto aquí:

https://www.revistagq.com/noticias/cultura/articulos/libros-libres-derechos-autor-2019/32458

 

Dicho esto voy a reproducir algunos fragmentos del libro Contrapunto - Point Counter Point (1928). Como dije antes no soy crítico literario, y me falta muchísima formación, pero lo que me interesa es una simple conversación, una página de esta obra.

https://es.wikipedia.org/wiki/Contrapunto_(novela)

 

Lo puedes comprar aqui, que me parece genial poedr comprar el libro, pero es una lastima que obras de 1928 no puedan regalarse en formato digital hasta 2030...

 

Adelante fragmento del libro que espero entre dentro del derecho a cita o me meteré en un buen problema con los policías del conocimiento…

 

—¡El progreso! —repitió, y el acento de angustia y turbación se transformó en un tono confiado—. ¡El progreso! Ustedes los políticos no se cansan de hablar de él. Como si fuera a durar… indefinidamente. Más autos, más niños, más provisiones, más anuncios, más dinero, más de todo, para siempre. Debería tomar usted unas cuantas lecciones de mi especialidad: la biología física. ¡El progreso, verdaderamente!… ¿Qué piensan hacer ustedes, por ejemplo, con el fósforo?

Esta pregunta era una acusación personal.

—Pero todo esto está fuera de la cuestión.

—Al contrarío —replicó Lord Edward—, es la única cuestión.

Su voz se había hecho fuerte y severa. Habló con un grado de coherencia mucho mayor que el ordinario. El fósforo había hecho de él un hombre nuevo: tenía una opinión sólidamente cimentada acerca del fósforo y, sintiéndose firme, estuvo firme. El oso acosado se había convertido en atacante.

—Con su agricultura intensiva —continuó— están ustedes exprimiendo simplemente el fósforo de la tierra. Más de la mitad del uno por ciento anual desaparece completamente de la circulación. Y luego, ¡qué manera de despilfarrar cientos de miles de toneladas de anhídrido fosfórico por los albañales! Lo envían ustedes tranquilamente al mar. Y a esto llaman ustedes progreso. ¡Sus modernos sistemas de alcantarillado! —Su voz tenía un tono abrumadoramente despectivo—. Deberían ocuparse ustedes en devolverlo al lugar de donde viene: a la tierra. —Lord Edward agitó un dedo tendido en signo de amonestación y frunció el entrecejo—. A la tierra, se lo digo yo.

—Pero nada tiene que ver conmigo todo esto —protestó Webley.

—Pues debería tenerlo —contestó severamente Lord Edward—. Ahí está precisamente el mal de ustedes los políticos. No piensan ustedes siquiera en las cosas más importantes. Hablan de progreso y de sufragio y de bolcheviquismo y dejan perder anualmente un millón de toneladas de anhídrido fosfórico en el mar. Eso es idiota, eso es criminal, eso es… tocar el arpa mientras se quema Roma. —Vio que Webley abría la boca para hablar y se apresuró a anticipar lo que se figuró sería una objeción—. Usted cree sin duda —dijo— que pueden compensar esta pérdida por medio de las rocas de fosfato. Pero ¿qué van ustedes a hacer cuando se hayan agotado los depósitos? —Y hurgó con el dedo la pechera de Everard—. Entonces, ¿qué? Dentro de doscientos años se habrán terminado. Usted se figura que somos progresivos porque vivimos de nuestro capital. Los fosfatos, el carbón, el petróleo, el salitre: a despilfarrarlo todo. Tal es su política. Y entretanto dan vueltas en derredor y tratan de ponernos la carne de gallina hablando de revoluciones.

—Pero ¡Cristo! —dijo Webley entre irritado y divertido—, su fósforo puede aguardar. Este otro peligro es inminente. ¿Desea usted una revolución política y social?

—¿Reducirá la población y pondrá frenos a la producción? —preguntó Lord Edward.

—Por supuesto.

—Entonces yo deseo, ciertamente, una revolución. —El viejo pensaba en términos geológicos y no temía a las conclusiones lógicas—. Sí, ciertamente.

Illidge apenas podía contener la risa.

—Bueno, si esa es su opinión… —comenzó Webley; pero Lord Edward le salió al paso.

—El único resultado de su progreso —dijo— será que dentro de pocas generaciones se producirá una verdadera revolución, una revolución natural, cósmica. Ustedes están en camino de romper el equilibrio. Y al fin, la naturaleza lo restablecerá. Y el proceso será muy molesto para ustedes. Su caída será tan rápida como su ascensión. Más rápida, porque caerán en la bancarrota, habrán despilfarrado su capital. Un rico necesita cierto tiempo para realizar todos sus recursos. Pero cuando los ha realizado, poco le falta para morirse de hambre.

Webley se encogió de hombros. «¡Viejo lunático!», se dijo; y en voz alta:

—Las líneas paralelas no se encuentran jamás, Lord Edward. Así que le deseo a usted buenas noches.

Y siguió su camino.

16/12/2019
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